lunes, 22 de octubre de 2012

Bienvenidas al Infierno



Cuando mi frente iba a chocar contra la pared y metí mi mano en el trayecto para no recibir tan fuerte impacto, comprendí que era casi imposible defenderme: eran cuatro contra una. Solo podía tratar de pensar qué era lo que me había llevado hasta ese momento, si tan solo unos minutos atrás estaba bebiendo y disfrutando tan a gusto con mis amigas.
 Empezaba a perder la conciencia. Un grito muy fuerte interrumpió los continuos golpes y mis pensamientos.
  —¡Esperen! —gritó una de las chicas—. Ella tiene que saber por qué está pagando.
 En ese momento la idiota que me tenía tomada del cabello me soltó.Traté de levantarme y huir, pero era inútil. No estoy segura si mis piernas no respondían debido a los golpes, al alcohol excesivo de aquella tarde o al miedo y coraje que sentía.Tirada en el piso de aquel baño, me sentía morir, y peor aún cuando pude ver a mis atacantes.
  —¿Te acuerdas de mí? —preguntó arrogantemente la más gorda de aquellas chicas.
  —Obvio que no, pobre diabla —respondí con la última gota de dignidad que me quedaba—. ¿Quién diantres eres y qué quieren?
Se rieron y, aún más molestas de lo que ya se les veía, me respondieron una a una.
—Soy la Jamones.
—Soy la Bastarda.
—Soy la Ojona
—Soy la Campirana. ¿Ahora si nos recuerdas?

En ese momento sentí como si un balde de agua helada me hubiera caído encima.
 Si sabía quiénes eran, y yo las había nombrado así en la primaria, pero ahora que íbamos en la preparatoria, ¿cómo era posible que aún recordaran eso? Me quedé callada.No supe qué decir. En el fondo me daba risa que ellas mismas se llamaran de ese modo, pero viendo la situación, reír hubiera sido una gran imprudencia de mi parte.
 —¿Y a mí, qué? —les pregunté.
 Creo que la respuesta era obvia pero aun así quería oír sus palabras, y así como ellas estaban disfrutando su venganza, yo quería disfrutar sus explicaciones.
  —Tú fuiste la causa de todas las burlas y malos tratos. Por ti llegamos a odiar la escuela y ahora es el momento de que sientas algo del dolor que sentimos.
Gracias al cielo, en ese momento Seguridad entró a causa de los gritos y me sacaron de ahí, pero el daño ya estaba hecho. Tenía un brazo fracturado y una costilla rota.
 Esto no podía quedarse así. ¿Cómo esas pobres ilusas pretendían salirse con la suya? Algo me quedó claro: si su vida había sido un infierno antes, ahora sería aún peor

1 comentario:

  1. Génesis, realmente es buenísima su entrada, solo que no se notaba por lo supermal escrita que estaba. Comprobará lo que digo si se da cuenta de cómo debe estar escrita, proposición por proposición:

    • Cuando mi frente iba a chocar contra la pared y metí mi mano en el trayecto para no recibir tan fuerte impacto, comprendí que era casi imposible defenderme: eran cuatro contra una.

    • Solo podía tratar de pensar qué era lo que me había llevado hasta ese momento, si tan solo unos minutos atrás estaba bebiendo y disfrutando tan a gusto con mis amigas.

    • Empezaba a perder la conciencia. Un grito muy fuerte interrumpió los continuos golpes y mis pensamientos.

    • —¡Esperen! —gritó una de las chicas—. Ella tiene que saber por qué está pagando.

    • En ese momento la idiota que me tenía tomada del cabello me soltó.

    • Traté de levantarme y huir, pero era inútil. No estoy segura si mis piernas no respondían debido a los golpes, al alcohol excesivo de aquella tarde o al miedo y coraje que sentía.

    • Tirada en el piso de aquel baño, me sentía morir, y peor aún cuando pude ver a mis atacantes.

    • —¿Te acuerdas de mí? —preguntó arrogantemente la más gorda de aquellas chicas.

    • —Obvio que no, pobre diabla —respondí con la última gota de dignidad que me quedaba—. ¿Quién diantres eres y qué quieren?

    • Se rieron y, aún más molestas de lo que ya se les veía, me respondieron una a una.
    —Soy la Jamones.
    —Soy la Bastarda.
    —Soy la Ojona
    —Soy la Campirana. ¿Ahora si nos recuerdas?

    • En ese momento sentí como si un balde de agua helada me hubiera caído encima.

    • Si sabía quiénes eran, y yo las había nombrado así en la primaria, pero ahora que íbamos en la preparatoria, ¿cómo era posible que aún recordaran eso? Me quedé callada.

    • No supe qué decir.

    • En el fondo me daba risa que ellas mismas se llamaran de ese modo, pero viendo la situación, reír hubiera sido una gran imprudencia de mi parte.

    • —¿Y a mí, qué? —les pregunté.

    • Creo que la respuesta era obvia pero aun así quería oír sus palabras, y así como ellas estaban disfrutando su venganza, yo quería disfrutar sus explicaciones.

    • —Tú fuiste la causa de todas las burlas y malos tratos. Por ti llegamos a odiar la escuela y ahora es el momento de que sientas algo del dolor que sentimos.

    • Gracias al cielo, en ese momento Seguridad entró a causa de los gritos y me sacaron de ahí, pero el daño ya estaba hecho. Tenía un brazo fracturado y una costilla rota.

    • Esto no podía quedarse así. ¿Cómo esas pobres ilusas pretendían salirse con la suya? Algo me quedó claro: si su vida había sido un infierno antes, ahora sería aún peor.

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